Carta a mis Hermanos y Hermanas Católicos
Esta para mí es probablemente la carta más difícil. Como católico qué fui, pudiera entender por qué Dios preservó en el pasado a la iglesia católica a pesar de sus imperfecciones y mala interpretación de la palabra de Dios. Pero en esta época de acceso a la información, la iglesia debe alinearse con las escrituras o perecer irremediablemente.
El problema radica en que, por más de mil años, durante los cuales los fieles iliteratos dependían del sacerdocio para la lectura e interpretación de la palabra de Dios, la iglesia desarrolló un dogma que prácticamente reemplazó a la Biblia. En parte esto se dio para atraer a las diversas culturas paganas del Imperio Romano. Esta misma técnica se utilizó hace unos quinientos años atrás para cristianizar a las gentes del Nuevo Mundo. El resultado es que el dogma de la iglesia para los católicos es tan o más importante que la palabra de Dios. Yo creo que la mayoría de los católicos no cree que la Biblia es la palabra de Dios sino una suerte de guía, o una buena fuente de lectura y plegarias para los curas en las Misas del domingo. Muy pocos católicos leen la Biblia. Muy pocos curas urgen a los fieles a que lean la Biblia. La mayoría de los católicos conocen de la Biblia a través de las tres lecturas durante las misas. ¿Cómo te puedes llamar cristiano si ni siquiera has leído la Biblia? Por lo menos el Nuevo Testamento... Un cristiano es aquel a quien la Biblia le es familiar, que la atesora, que tiene afán por saber los pasajes que Jesús utilizó y las frases que el mismo Jesús habló. Un cristiano es aquel que tiene una relación con Cristo. ¿Cómo vas a tener una relación con alguien que no conoces? ¿Cuándo conoces a alguien a quien llegas a amar, no quieres mantener contacto con esa persona? Por lo tanto, debes de leer la Biblia y rogar diariamente. ¿Crees tú que el demonio se toma un respiro? Está constantemente espiando para ver cuál es nuestro punto débil. La única manera de contrarrestarlo es reforzando nuestra fe. El mismo Jesús se refirió a la Biblia para contrarrestar a Satán. ¿Por qué creen los católicos que no necesitan leer y estudiar la palabra de Dios?
Muy pocos curas ponen el énfasis en Jesús como nuestro Salvador. La iglesia, ya que se basa en su dogma, cree y ha hecho creer a los católicos que si alguien fue bautizado cuando bebé y fue confirmado cuando niño, esa persona está salva y asume que sabe que Jesús es su salvación. Esto no es bíblico ni tampoco lógico. El bautismo es un símbolo de nuestra separación de nuestro ser anterior a uno nuevo. Este acto debe ser un acto consciente donde al hacerlo nos damos cuenta de que ya no queremos continuar estando al mando de nuestras vidas y “ahogamos” ese antiguo ser para salir del agua un ser nuevo; teniendo a Jesús al mando de nuestra vida. Esto es lo que Jesús le decía a Nicodemo cuando dijo “debes volver a nacer”. Necesitamos un espíritu renovado antes que se nos deje pasar al Cielo. Cuando uno se rinde de esta manera, uno invita al Espíritu Santo a que more en nosotros. El factor clave que Jesús es nuestro salvador personal muy pocas veces es mencionado en la homilía. Se recita en misa a la pasada, pero nunca se enfatiza como aspecto clave del catolicismo. Esto es totalmente erróneo y debe cambiar. ¿Cómo saber que tenemos al Espíritu Santo en nosotros? Fácil, nuestra vida cambia por completo. Es realmente un milagro lo que una simple pero sentida oración puede hacer en nosotros y por nosotros.
No muchos católicos saben cómo se formó la iglesia. La historia revela cómo el Imperio Romano secuestró al Cristianismo de los Cristianos, creando lo que conocemos como el catolicismo. Hasta el año 313 DC el Cristianismo era una religión en la clandestinidad que se basaba en “el Evangelio de las buenas nuevas” y se la conocía como “El Camino”. Los cristianos de entonces tenían una fe verdadera porque creían en La Palabra a pesar de que les podría costar la vida. El conocimiento de los primeros cristianos pudiera ser fragmentada porque se basaba en información limitada, tales como uno de los Evangelios o tal vez algunas Epístolas, ya que el acceso a copias de los demás Evangelios no era fácil de obtener (en ese tiempo los libros se escribían a mano sobre rollos de pergamino y reproducirlos demandaba mucho esfuerzo). El rito cristiano se centraba en reunirse con otros Cristianos los Domingos (el día de la Resurrección de Jesús y el día que se le apareció a sus discípulos la primera vez) en algún lugar y compartir el pan mientras se leía La Palabra. Ser cristiano significaba vivir para amar a Dios con todo el espíritu, todo el intelecto y todas las fuerzas, así como amar a su prójimo como a sí mismos. Constantino, al declarar al cristianismo la religión oficial del Imperio Romano esencialmente forzó a toda la población del imperio que estaba totalmente inmersa en idolatría pagana, a que “aceptaran” a Cristo. La mayoría de la gente romana, tal vez incluyendo a Constantino, no tenía la más mínima idea de lo que significaba ser cristiano. El resultado de esto fue que el Imperio Romano creó una nueva religión que resultó de la mezcla de valores cristianos con ritos paganos. Ser católico es como pertenecer a un club donde la membrecía se pasa de generación en generación. El único requisito para mantener válida esta membrecía es cumplir ciertos ritos o “sacramentos”. Un verdadero cristiano es aquel que de manera abierta y constante busca y comparte a Cristo con los demás. Los católicos deben de volver a sus raíces y familiarizarse con la Biblia, que es la palabra de Dios. Cuando se conoce La Palabra, muchos de los remanentes paganos y otras creencias no-Bíblicas te serán obvias y las pondrás en contexto.
Algunas de las creencias católicas que no son Bíblicas incluyen; la veneración de la Virgen María, los santos designados por Roma, y el sacerdocio como carrera. No hay nada malo en homenajear y hasta venerar a la Virgen María, pero esta veneración debe ser puesta en contexto con la esencia del cristianismo, esto es; Cristo siempre debe ser el centro de nuestra atención porque es a través de Él y sólo Él que obtenemos la salvación y la vida eterna. Él es el que nos amó tanto que a pesar de no merecerlo y a pesar de ser Dios encarnado, sufrió y murió una horrible muerte por todos nuestros pecados. Ni bien confesamos con toda intención que nos arrepentimos de nuestros pecados y lo invitamos a que sea nuestro Señor porque ya no confiamos en nuestra capacidad, Él envía su Espíritu para que viva en nosotros y nos da el poder de hacer de nuestra vida lo que Él planeó desde la creación del mundo. Pasamos a ser su hijo o hija y como tal uno de sus herederos. Como herederos de su reino no necesitamos ningún intermediario para que nos “patrocine” en el Cielo. Si creemos que necesitamos un patrocinador sólo demostramos que seguimos tratando de “ganarnos el Cielo” por nuestros propios méritos y por nuestras buenas intenciones. Así estemos en nuestro mejor comportamiento aparecemos como trapos sucios a los ojos de Dios. Nosotros presentimos esto porque sentimos que no merecemos estar en Su presencia. Pero ni bien Cristo nos lava con su sangre, nuestras almas se limpian y merecemos el Cielo no por nuestras acciones o por nuestras buenas intenciones, pero por Su gracia. Para devolver ese inmenso favor de vida eterna, debemos hacer lo que Cristo nos pide; que seamos humildes, que abstengamos de las cosas de este mundo, que crezcamos de manera continua en santidad, que utilicemos nuestros talentos dados por Dios a ayudar a los demás a que Lo conozcan, que mantengamos nuestras buenas intenciones simples como la de un niño, y que promovamos la paz entre los hombres y entre Dios y la humanidad. Esto es lo que conocemos como las Beatitudes.
Las Escrituras son muy claras sobre quienes son considerados “santos”; son todos los que aceptan a Cristo y lo siguen. Los santos nunca fueron asociados con milagros. Los milagros siempre son hechos por Dios no por algún hombre. Es nuestra fe que, si coincide con el deseo de Dios, la que produce la manifestación que llamamos “milagro”. Ninguna persona tiene el poder de producir esta manifestación sin el consentimiento de Dios. Por lo tanto, la iglesia debería de cesar esta práctica semi-pagana de asignar la santificación de individuos. Dejen esto a Dios. Esta práctica política de asignar la santidad a ciertos íconos de la iglesia para aumentar la religiosidad en particulares regiones del mundo ya no es necesario en esta época. Esta práctica no es Bíblica y es totalmente incorrecta. Esto debe cambiar.
El apóstol Pablo menciona en su primera carta a los Corintios que es mejor mantenerse celibato para poder ser más efectivo al servicio del Señor. Claro que Pablo lo dice desde el punto de vista de un apóstol que Cristo le encomendó que esparza el Evangelio a todo el mundo pagano. ¡Imagínese tal tarea! Nunca hubiera tenido tiempo de ocuparse de una familia. Si no estaba viajando, estaba predicando, o estaba siendo perseguido o en prisión. Por otro lado, el apóstol Pedro si era casado. La Iglesia Católica finalmente resolvió imponer el celibato en el sacerdocio en el Cuarto Consejo de Lateran en 1215. Mantener el celibato es claramente una opción personal en la Biblia y depende de tu nivel de compromiso en esparcir La Palabra. No debería ser un requisito forzado porque de lo contrario la iglesia atrae a gente poco idónea por decir lo menos (como los homosexuales y los pedófilos que grandes daños han causado a la fe y a la iglesia). La tarea de esparcir la Buena Nueva de Cristo Jesús no debería tomarse como una carrera. Nadie puede formarse en un seminario para obtener fe y compartirla y fomentarla a los demás. El seminario es un buen lugar para recibir instrucción sobre las Escrituras, las lenguas en que fueron escritas, cuestiones de traducción, y la historia detrás de Ellas. Pero si los seminarios no atraen personas de fe, nunca serán efectivas para formar sacerdotes que valgan la pena. El celibato no debería ser una condición y sólo personas con fe en Cristo (no la iglesia) deberían de entrar a los seminarios para convertirse en “pastores de algún rebaño”. Esto debe cambiar.
Ruego que los católicos enfoquen su atención en Cristo en vez de “la iglesia”. La iglesia no salva, porque está compuesta por trapos inmundos como cualquier organización (especialmente cuando se trata de una organización política como lo es la iglesia católica), pero Cristo, por otro lado, sí salva. Cristo no necesita de alguna organización para que sus planes sean efectivos. Cristo no vino a comenzar una nueva religión, pero a que entablemos una relación con Él. Cristo sólo quiere que nos reunamos en su nombre y que demostremos su apreciación por lo que Él hizo por nosotros, para que comencemos a actuar un poco como Él, y que comulguemos en su nombre. Regresen a las raíces del cristianismo y hagan lo que es agradable a Dios de acuerdo con las enseñanzas de Cristo que fueron escritas en el Nuevo Testamento. Jesús dijo “Mi casa es una casa de oración, pero ustedes la han convertido en un antro de ladrones” mientras botaba a los cambistas y a los que vendían animales para el sacrificio en el Templo. De la misma manera de que Jesús se enojó por las costumbres que invadieron el Templo judío de ese entonces, no se guíen de la legalidad ni en los rituales de la iglesia y vuélvanse a la palabra de Dios. Cambien la iglesia católica deshaciéndose de todo lo que les impida crecer espiritualmente. Ruego esto en nombre de Jesús. Amén.