Fiestas Proféticas
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Cómo el Antiguo Testamento Habla de Jesús el Mesías
Existen muchos pasajes en el Antiguo Testamento que hablan de Jesús del Nuevo Testamento. Uno de los más notables se encuentra en Levítico 23 que instruye a los israelitas sobre los festivales fijados por Dios.
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La Pascua celebra el día en que Dios liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto. El Faraón finalmente los dejó partir después de sufrir la noche cuando todos los primogénitos, humanos y animales, fueron muertos por Dios. Los israelitas no fueros afectados por esta última plaga porque obedecieron las instrucciones de Dios. La ordenanza fue que cada hogar sacrificara un cordero o cabrito de un año sin defecto alguno y con su sangre marcara los dinteles y postes de sus casas. Las casas así marcadas fueron omitidas o pasadas por alto por el ángel de la muerte (Ver Éxodo 12:23).
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Tener que sacrificar a un corderito o cabrito seguro que crearía en cualesquiera sentimientos de dolor, pena y culpa. ¿Por qué matar a tan hermoso animal al que la familia seguramente ya le habría tomado cariño? Este sacrificio representa lo que iría a ocurrir 1,500 años después cuando Jesús, un hombre sin defectos ni pecado, fue azotado sin piedad y luego clavado a una cruz para morir por nuestros pecados. Su sangre permite a aquellos que lo reconocen y lo acepten como su Señor y Salvador a que sean pasados por alto de lo que demanda la ley. Para aquellos redimidos sus pecados no son ya considerados. Por lo tanto, se encuentran liberados de las ataduras de este mundo. Entonces comienza su éxodo a la Tierra Prometida, el Cielo.
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Al día siguiente de la Pascua comienza la Fiesta de los Panes Sin Levadura que dura una semana. Celebra el éxodo de Egipto. Como preparación, las familias judías se deshacen de todo rastro de levadura en sus casas. La levadura representa el pecado. Hasta un poquito promueve que la harina se levante. El pan inflado por la levadura evoca el orgullo pecaminoso y el pan sin levadura, la humildad, la simplicidad, y la pureza. La galleta, también llamada matzo, simboliza la aflicción, la esclavitud, y la falta de lujos. Curiosamente Jesús se identificaba como el pan de vida (Juan 6:33, 35, 51). No sorprende que cada galleta tenga muchas hendiduras y huecos, como los tuvo Jesús crucificado.
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Durante la Pascua, la tradición judía es de apilar tres piezas de matzo sobre la mesa. El matzo superior se guarda para la bendición sobre el pan o Hamotzi. El matzo de abajo se guarda para el sándwich de Koresh. El matzo del medio se rompe en dos representando el sufrimiento. Al pedazo más grande de los dos se le envuelve con una servilleta y se le esconde. Este pedazo envuelto se le llama “afikomen” que quiere decir “postre” en griego. Después de la cena de Pascua, los invitados deben buscar el afikomen e intercambiarlo por un premio.
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No se requiere de mucha imaginación para percatarse del hermoso paralelo entre la tradición judía con respecto al pan sin levadura y lo que se describe en el Nuevo Testamento luego de la crucifixión de Jesús. Los tres pedazos de matzo simbolizan la Santa Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), siendo el segundo pedazo el hijo que fue envuelto en una sábana, puesto en un sepulcro, y luego encontrado (resurrecto) para revelar un regalo maravilloso, la vida eterna.
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En el día que le sigue al Sabbath o día de reposo que es domingo, comienza la celebración de la Primera Ciega o de los Primeros Frutos. Consiste en traer al sacerdote una gavilla de cereales de la primera cosecha, así como un cordero de un año sin defecto, un kilo de harina amasada con aceite, y un litro de vino. En otras palabras, debemos ofrecer una porción de nuestra primera ciega como señal de gracias a Dios. Este es un reconocimiento de que todo lo que tenemos y obtenemos proviene de Dios. Por lo tanto, darle gracias es justo y necesario.
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Jesús fue crucificado en la Pascua y el domingo después de la Pascua, resucitó. Jesús es el Primer Fruto no sólo en cumplimiento de profecías, pero también para liberarnos de las garras del pecado.
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Contando siete semanas completas desde el día de reposo hasta el día siguiente de la celebración de los Primeros Frutos, o 50 días después del día de reposo, se celebra la Ofrenda de la Cosecha. En Éxodo 32 Moisés recibe por vez primera los Diez Mandamientos y la gente, cansada de esperar a que bajara del Monte Sinaí, crea el becerro de oro para adorarlo. Esto resultó en el castigo de los lideres de este acto de idolatría y 3,000 fueron muertos de las manos de los Levitas por orden de Dios. Recibir los Diez Mandamientos se conmemora con la fiesta judía de Pentecostés, también conocida como Shavuot. Aquí nace la iglesia judía. La cosecha de la ley de Dios es inevitablemente la muerte.
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Por el contrario, y siguiendo la historia del Nuevo Testamento, la celebración de Pentecostés conmemora el recibimiento del Espíritu Santo, derramado por Jesús resurrecto, a sus seguidores congregados en una casa rezando. Luego de esta experiencia, cada uno sale del aposento anunciando al mundo las buenas nuevas de que Jesús vive, es el tan añorado Mesías, y que Él es la solución al pecado. Ese día se añadieron 3,000 conversos a la recién nacida iglesia cristiana (Ver Hechos 2:41). ¡La cosecha de la gracia de Dios es la vida eterna! Todos podemos recibir el Espíritu Santo si invitamos a Jesús en nuestras vidas.
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La siguiente fiesta en el calendario de Dios es el Conmemoración al son de Trompetas. En el primer día del séptimo mes al comienzo del otoño (septiembre u octubre en nuestro calendario) se observa un día de completo descanso cuando la congregación se reunía al son de las trompetas. Números 10 describe la manera cómo las trompetas fueron hechas y cuándo se debían de usar. En el Antiguo Testamento, las trompetas sonaban para convocaciones santas, para iniciar el levantamiento del campamento a un nuevo lugar, y para anunciar a la gente que se alisten para la batalla.
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En el Nuevo Testamento, el son de la trompeta de Dios anunciará el rapto de la iglesia cuando los creyentes serán sin aviso arrebatados al cielo (Ver Mateo 24:31 y Corintios 15:52). Este evento desatará lo que se conoce como la Gran Tribulación acá en la Tierra. Este es el momento cuando se establecerá un nuevo orden mundial que inicialmente traerá un breve tiempo de paz, seguido por una persecución nunca antes vista, así como una convulsión mundial (Ver Mateo 24:21).
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En el día diez del mismo mes que el Festival de Trompetas se celebra el Dia de Expiación. En este día los judíos afligen sus almas y presentan ofrendas especiales a Dios para reconciliarse con Él. En el calendario del Nuevo Testamento este día marcará el comienzo de la aflicción de los judíos. El breve periodo de paz mencionado anteriormente llegará a su fin cuando la misma persona carismática que negociará la paz entre Israel y el islam, y que ayudó a que se construya el nuevo templo en Jerusalén, demandará a los judíos que le rindan culto (Ver Mateo 24:15 y Daniel 9:27, 11:31). La absoluta negativa a este sacrílego pedido desencadenará una terrible persecución y asesinato de no sólo los judíos, pero de cualquier persona que se rehúse en tomar su marca.
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Cinco días después del Dia de Expiación viene el Fiesta de Tabernáculos que dura una semana. Esto es cuando los judíos presentan ofrendas especiales a Dios en celebración del fin de la cosecha. En el primer día se recogen ramas de árboles frondosos y ramas de palmeras y con ellas se construyen simples albergues donde la gente mora durante esa semana. Esto en conmemoración de cómo vivieron la gente durante la jornada del éxodo de Egipto.
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Muchos serán los judíos que se darán cuenta de que pasaron por alto el hecho de que Jesús es su Mesías. De la misma manera, muchísimos no-judíos al testificar la súbita desaparición de sus amigos y familiares cristianos, debido al rapto de la Iglesia, también se convertirán en creyentes de la verdadera Iglesia. En ese momento, recordarán la mención de los cristianos testificándoles sobre el anticristo y la marca de la bestia, así como del riesgo a caer en completa perdición si participasen en su plan malévolo. Todos los que rechacen al anticristo serán condenados a muerte, pero entrarán al cielo y tendrán vida eterna en asociación con Dios (Ver Apocalipsis 7:9-10).