Carta a Mis Hermanos y Hermanas Musulmanes
Admiro tu disciplina en la plegaria y, si tus plegarias son al Dios de Abraham, es un hecho que los musulmanes ruegan al mismo Dios que el de los judíos y de los cristianos. ¿Si esto es cierto, porqué existe tanta animosidad entre nuestras religiones? ¿Por qué tanto enojo especialmente contra los judíos? Ustedes son los hijos de Abraham de la semilla de Ismael. Ustedes son medios hermanos de los Israelitas. ¡Es pecado hacer daño y desear cosas malas a otro ser humano, especialmente cuando se trata de tu propio hermano!
Hay solo una Verdad. Nadie es dueño de la Verdad de Dios, pero todos tenemos el derecho y la obligación de buscarla. Si esto es cierto, nadie tiene el derecho de imponer su propio punto de vista a los demás. La verdad de cada lado debe dejarse expresar y, si uno es sabio, debería considerar todas las escrituras que provengan de Dios antes de formarse una opinión sobre qué es la Verdad para nosotros. Si hay imposición de alguna verdad o esta verdad no puede ser cuestionada, quiere decir que esa verdad no se soporta por si mima y por definición no es la Verdad. La Verdad no necesita ser forzada a ninguno. Dios nos alienta a que cuestionemos todo hasta que la lógica nos apunte a la Verdad. Llegado a este punto en el proceso de deducción, la Verdad así probada debe ser aceptada. Dios no necesita de nuestra ayuda para lograr Sus propósitos. Dios quiere que nos preparemos para la eternidad negándonos las tentaciones de este mundo físico y pecaminoso. Este deseo de pasar la eternidad con Dios debe ser personal. Si existe alguna imposición en la ideología es debido a alguna ambición política. ¿Acaso has conocido algún político que sea santo? Ten mucho cuidado de cualquier “verdad” que sea forzada o que no se deje cuestionar; no es de Dios.
Esto dicho, analicemos algunos hechos en orden cronológico. Si crees que Moisés existió, está bien documentado que lideró la salida de los judíos fuera de Egipto y de que escribió aproximadamente en los 1400 AC los primeros cinco primeros libros de la Biblia Judía. Desde ese entonces, los judíos fueron meticulosos en documentar los pensamientos y los hechos de los hombres inspirados por Dios. Si lees lo que los profetas han plasmado en los libros que siguen a los de Moisés, lo que en conjunto corresponde a lo que los cristianos llaman el Antiguo Testamento, verás que la mayoría transmite el descontento de Dios por las actitudes y acciones de Su gente. Si estos profetas fueran falsos o la Biblia manipulada, sólo leerías cosas positivas y no una crítica de sus líderes políticos y religiosos. Pero los profetas no eran falsos y sus transcritas palabras son mayormente críticas al pueblo judío. La prueba de que no eran falsos es que sacrificaron sus vidas, muchos en contra de sus deseos personales, para transmitir el mensaje que Dios les daba. Lo hicieron porque su amor a Dios era mayor al amor a sí mismo o a las cosas de este mundo.
Te habrás dado cuenta de que utilizo el término “Su gente”. Esto no debería molestarte porque estamos hablando de los tiempos entre 1400 y 500 AC. En ese tiempo la única gente que tenía alguna relación con el que ahora reconocemos como nuestro Dios y que la documentó eran los judíos. Todas las otras civilizaciones eran politeístas y adoraban a ídolos. Por esta distinción, Dios a su vez bautizó a los judíos como “Su gente escogida”. Esto no quiere decir que nosotros, los no-judíos, estamos de alguna manera abandonados. Cualquier persona que reconozca a Dios como su Señor y obedece sus mandamientos es también reconocido por su creador y se vuelve Su gente.
Los profetas del Antiguo Testamento no solo manifestaban el descontento de Dios por la manera que los judíos llevaban su vida en la tierra prometida, sino que, como prueba de que era la verdadera palabra de Dios, profetizaban lo que se venía. ¿Sabes que existen más de 300 profecías sobre la venida de un hombre que nacería de una virgen, nacería en Belén, recibiría el Espíritu Santo, predicaría las buenas nuevas, se presentaría como Rey exactamente 173,880 días del decreto de reconstruir el Templo en Jerusalén (destruido por los Babilonios en 586 AC y reconstruido en 516 AC por orden de Ciro), haría muchos milagros, sería rechazado por los judíos, sería traicionado por un amigo, se burlarían de Él, le golpearían, y le escupirían, sería crucificado entre ladrones, rogaría por sus acusadores y atormentadores, sería enterrado en la tumba de un rico, resucitaría de entre los muertos, y se sentaría a la diestra de Dios? ¿Sabes que existen más de 200 otras profecías por cumplirse? Si más de 300 profecías, que fueron escritas entre 1500 y 500 AC antes que se cumplieran se cumplieron, cual es la probabilidad que las 200 restantes no se cumplan?
Si crees que Jesús existió, debes creer en lo que se registró sobre sus hechos y lo que dijo. Nuevamente, los judíos han sido meticulosos en documentar los pensamientos y los hechos de hombres inspirados por Dios. Jesús era reconocido por los judíos como un Rabí (y por ustedes como un gran profeta) y por lo tanto, cuando continuó el trabajo de Juan el Bautista, sus seguidores empezaron a documentar sus hechos y palabras. Mateo, un cobrador de impuestos por profesión y acostumbrado a tomar notas tal vez taquigráficamente, no sólo se convirtió en apóstol de Jesús, pero era el que documentaba los hechos importantes de Su vida y ministerio. La evidencia de esto es muchas referencias por el mismo Jesús que menciona “el Evangelio de las buenas nuevas”, lo que significa que Jesús mismo sabía que el Evangelio se estaba escribiendo mientras enseñaba y sanaba a las gentes en los alrededores de Galilea.
Está documentado en muchos pasajes que Jesús mismo se proclamó ser hijo de Dios. Jesús dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es a través mío”. ¿Alguna vez has escuchado que algún profeta haya dicho semejante cosa? La primera impresión luego de leer esta afirmación es sorpresa. ¡Vaya declaración! Nadie nunca ha dicho cosa semejante. Es porque nadie nunca tuvo la autoridad de decirlo. En otra ocasión Jesús se refiere a si mismo con el “Yo soy” (el nombre que Dios le da a Moisés cuando este le pregunta; “¿Cuándo me pregunten quien me envía, que les diré? Y Dios le responde: “Diles que Yo Soy te envía”). Pero si consideras la evidencia de las profecías que fueron cumplidas, las profecías por cumplirse, y la cantidad de milagros que se han documentado, está claro que Dios quiere que nuestro espíritu lo rodee luego que descartemos nuestros cuerpos físicos.
Dios quiere que comulguemos con Él, pero sabe que nunca lograremos alcanzar su estándar. Tenemos buenas intenciones, pero nuestra resolución es débil y caemos fácilmente en pecado. Dios nos envió sus mandamientos para que nos diéramos cuenta de que no merecemos el paraíso. Los mandamientos son como un espejo donde vemos cómo en realidad somos. Nunca podremos compararnos con los estándares de Dios con nuestra propia virtud. Si nosotros, siendo pecadores queremos lo mejor para nuestros hijos, ¡cuánto más nos querrá el que nos creó en su propia imagen! Dios nos creó para que tengamos una relación con Él. Entonces es perfectamente lógico que hiciera algo por suplir nuestras deficiencias. Envió a su propio hijo para enseñarnos cómo Dios quiere que vivamos nuestras vidas. A pesar de todo su poder, vivió entre nosotros una vida ordinaria, pero sin pecado, hasta que comenzó su ministerio. Nos enseñó cómo Dios espera que vivamos, desafió el judaísmo legalista que dominaba y engañaba a los judíos de la época, curó a cuantos se le acercaban con fe, espantaba a demonios, alimentaba a miles, y hasta resucitaba a los muertos. Hacía milagros no para maravillar a la gente, pero para demostrarles el poder de Dios estaba con Él. Y que podían ser salvos si sólo creyeran en Él. Jesús continúa retándonos, hasta hoy, para que creamos y para que podamos alcanzar la vida eterna.
Ya no podemos decir, "Dios no es justo porque no sabe cuán difícil es ser humano" porque Jesús vivió en cuerpo y carne y sufría las tentaciones por parte del enemigo tal como nosotros. Jesús nos demostró que la única manera de derrotar al demonio es con la palabra de Dios y demostró que Dios lo mandó a Él para que sirviera de puerta de acceso al cielo. Lo único que debemos hacer para que esa puerta se abra es agradecerle por haber sufrido y muerto por nuestros pecados, pedirle perdón por nuestras flaquezas, prometerle que nos alejamos del pecado, e invitarle a que sea el Amo y Señor de nuestra vida.
Luego de hacer esto, te sentirás liberado de todo el bagaje que estuviste cargando. Ya no es necesario “hacer algo” para estar bien con Dios. La presencia del Espíritu Santo será evidente en tu vida inmediatamente porque no tendrás deseos de pecar y, cuando lo hicieres, tendrás mucho remordimiento. Esto te transformará espiritualmente en una mejor persona. Este proceso puede tomar cierto tiempo, pero el saber que tu nombre está escrito en el Libro de la Vida al reemplazar tu asumida virtud con la verdadera virtud de Jesús será sumamente reconfortante. Muy pronto te sorprenderás a ti mismo cuando comiences a tratar de convencer a los demás que se olviden de las cosas que los distraen y los sujetan a este mundo temporal y que por el contrario se enfoquen en la vida eterna.
Ruego que encuentres la fortaleza para que investigues, sondees, y demuestres las verdades que aquí te menciono. Que las escrituras y el Espíritu Santo te llenen de convicción para que reconozcas la verdad, el camino, y la vida. Ruego esto en nombre de Jesús el Cristo. Amén